Comentarios de prensa escrita sobre «La vida que me busqué»

Jorge Rivadeneira en diario El Comercio publico el siguiente artículo

Pues este viernes nos hemos sentido interesados por la historieta que nos cuenta Diego Bonifaz Andrade -nieto de don Neptalí Bonifaz Ascázubi, presidente electo del Ecuador durante ocho meses en los años treinta-. Historia interesante, franca y sencilla. Parte de lo que relata Diego le pinta como aristócrata, pero ya no tanto como su abuelo. En el largo transcurso de sus 67 años aparece también como ‘hippie’ y luego como político. Su punto más alto y hasta pintoresco se da cuando -con semejantes antecedentes de ‘pelucón’- es candidatizado por los indígenas de Pachakutik, en pleno año 2000, y elegido alcalde de Cayambe. Allí hace obra, se entusiasma, se indigna, sufre. Le atrapan las seducciones de la reelección y termina decepcionado por la ingratitud de la politiquería. ¿Qué más hacer? Contar sus andanzas. Sus altibajos. Nos cuenta muchas cosas sobre Guachalá, que antaño -en los tiempos de don Neptalí- era la hacienda más grande del Ecuador y ahora, en su tiempo y bajo su mando, funciona como una hostería. La división de Guachalá se planteó con la reforma agraria y siguió con las divisiones para los numerosos miembros de las familias Bonifaz. El abuelo Neptalí no se afilió nunca a un ­partido. El nieto Diego siguió inicialmente sus pasos pero en el fondo era un amante de la política, como se comprobó cuando fue atraído por la Izquierda Democrática y se afilió con entusiasmo. Más aún, llegó hasta subsecretario. Sí, Diego ha vivido altibajos físicos y hasta económicos. Fue gordito y ahora se le ve muy flaco. Tuvo momentos aristocráticos -como los Bonifaz de ayer- pero en algunos momentos se sintió tan defraudado por la vida que intentó el suicidio. Hubo etapas de riqueza pero luego, alguna vez, tuvo que hacer una operación bancaria, exclamando “me sirvió el capitalismo”. Política y humanamente, se sintió defraudado por Pacha­kutik y terminó con una decepcionante aproximación a Alianza País. Estudió, por cierto, en planteles de primerísima calidad. Se graduó de ingeniero electrónico y alguna vez trabajó para el afamado ingeniero Al Horvath, con un sabroso sueldo de 10 mil sucres, cuando esa cifra significaba un buen ingreso. Pero prefirió trabajar y vivir con más libertad, sobre todo cuando en el barrio Miraflores -antes en el norte, hoy casi en el centro de Quito- habitaba una gran casa, rodeada de un virtual jardín zoológico integrado por papagayos, loras, un gavilán, faisanes, gallinas de Guinea, siete perros doberman, una tortuga que gozaba en la laguna y un caballo. Ni más ni menos. Todo eso y mucho más nos cuenta Diego Bonifaz Andrade -como sucedió conmigo este viernes- en su libro ‘La vida que me busqué’, editada por Abya Yala y con un prólogo firmado por el gran Pájaro Febres Cordero. Solo conocemos de vista al autor pero sus capítulos nos traen al recuerdo lo que sucedió en el Ecuador y en su familia en tiempos del abuelo Neptalí. Nada menos que la ‘Guerra de los cuatro días’ y el ascenso de Velasco Ibarra. Buen material para comentar con los lectores.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/opinion/nieto-bonifaz-presidente-ecuador-jorgeribadeneira.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

Carlos Lasso Cueva publicó en el Meridiano el siguiente comentario

LA VIDA QUE ME BUSQUÉ, autobiografía de Diego Bonifaz Andrade
Se publicó en Meridiano el 6 III 2015
Por: Carlos Lasso Cueva.

Una vida útil y constructiva es aquella que ha repercutido ocasionándole algún bien a la sociedad. La autobiografía del Ing. Diego Bonifaz Andrade, «La vida que me busqué» -editada por Abya Yala- franca y llena de confesiones, pone de relieve, en su parte final, la obra pública que realizó desempeñando el cargo de alcalde del Municipio de Cayambe, al norte de Quito. Nacido en el seno de una familia que por ambos lados -paterno y materno- ha estado comprometida con el proceso histórico del país, su periplo ha estado marcado con el signo del compromiso con su pueblo.

Aristócrata iconoclasta rompedor de normas, hombre de izquierda formado académicamente en Europa y Estados Unidos -fue alumno en Stanford, una de las mejores Universidades del mundo; en ella sacó su masterado- estuvo cercanamente integrado en el proceso de rupturas culturales que se inició con las masivas protestas estudiantiles europeas y norteamericanas en la década de los sesenta del siglo XX. Descendiente de los conquistadores españoles Diego de Sandoval y Sebastián de Benalcázar, de los próceres de la independencia Juan de Salinas, Francisco Javier Ascásubi Matheu, del presidente Manuel de Ascásubi y del vice-presidente Manuel Larrea Jijón, su abuelo paterno, Neftalí Bonifaz Ascásubi, fue el primer gerente del Banco Central y ganó la elección de presidente de la República en 1931, aunque fue descalificado por el Congreso nacional debido a que era hijo de un diplomático peruano. Su abuelo materno, Camilo Andrade López, proveniente de familia de antigua data (los Freile de Andrade, de la que descienden valores nacionales como algunos ganadores del Premio Nacional de Cultura “Eugenio Espejo”), fue un importante político que fue diputado por Manabí y Guayas, ministro de Estado, Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Nació en cuna de seda. Su padre fue un hombre importante que se desempeñó como embajador en Francia, involucrado en la defensa de las reservas naturales del país, persona clave en la creación de la Fundación Charles Darwin. Dotado para las ciencias exactas, por ese camino Diego Bonifaz encontró su rumbo académico, graduándose de ingeniero electrónico. En USA se involucró con grupos políticos marxistas y contestatarios como el Peoples Liberation Party y luego el Third Word Students Union. En su estancia europea se contagió de la arrolladora influencia de la filosofía existencialista y se unió al movimiento hippie. La lectura de las obras de Voltaire y Sartre le condujeron al ateísmo. Regresó al país para cumplir con su destino de agricultor, heredero de lo que quedó de la famosa hacienda Guachalá luego de la reforma agraria (para tranzar con el movimiento indígena decidió entregarles las mejores tierras, a orillas de la carretera, y ayudó a las comunidades en obras de riego, con lo que se ganó su simpatía a tal punto que le buscaron, luego, para proponerle la candidatura para alcalde del cantón, con lo que se inició su etapa de hombre público servidor y constructor).

Su autobiografía incluye una breve radiografía feroz y fidedigna de lo que significaron algunos gobiernos de la época, sarcásticamente enjuicia a uno de sus contrincantes políticos por haber pertenecido al FADI, al PUR de Sixto Durán, vinculado luego a una alianza de derecha con la DP y el PSC, para terminar siendo alto dirigente de Alianza País. Bonifaz ganó la elección para alcalde y encontró un municipio macondiano que «había sido manejado a la maldita sea». Con una serie de medidas comenzó solucionando el problema del abastecimiento de agua potable para los habitantes del cantón. Para la parroquia Juan Montalvo construyó un sistema de conducción de aguas. Compró para las juntas de agua potable plantas de producción de cloro por electrolices, y logró «poner alcantarillado con plantas de tratamiento en el 80% de las comunidades rurales». Estableció un sistema de catastros (»porque el municipio no recaudaba prácticamente nada») que aumentó las rentas municipales para solventar así buena parte de la obra pública. Punto cardinal de su administración fue el tomar en cuenta la opinión de la ciudadanía organizada, por lo que la Comunidad Económica Europea le tomó en cuenta y organizó un seminario internacional al respecto. Legalizó a casi todas las organizaciones populares, con las que se reunía periódicamente. Construyó una planta de tratamiento de agua potable para la capital cantonal, solucionó «de forma definitiva el problema del relleno sanitario», y luego de un complicado proceso quedó construido en su administración el mercado de la ciudad de Cayambe. Fue un decidido impulsor de las asambleas cantonales. Logró la aprobación del concejo para la creación de la escuela municipal en la casa comunal de la cooperativa de vivienda El Signal, que albergó a 700 alumnos. Dio importancia a la difusión del Internet y las escuelas del cantón tuvieron acceso a este servicio: ofreció cursos de capacitación a este respecto. El trasvase del río Oyacachi quizás sea su principal obra, inaugurada por el presidente Noboa. El Municipio, con el apoyo financiero del ministerio de Agricultura, movilizó a las 45 comunidades beneficiadas que pusieron la mano de obra. Sin el vínculo del alcalde Bonifaz con estas comunidades esta obra hubiera sido imposible. Reconstruyó la antigua casa de la escuela Hilmelnan, obtuvo financiamiento para la reconstrucción de la Casona de Pesillo, y propuso un convenio con el INFA para administrar la alimentación de más de cien guarderías del cantón. Equipó y mejoró el camal, con mingas populares construyó 20 casas comunales a las que además equipó. Enfrentó epidemias sanitarias contratando servicios de clínicas privadas porque la atención en el Ministerio de Salud se saturó: gracias a esto nadie murió.

En su tercera administración la politiquería sin escrúpulos apareció sedienta y llena de gula, y los problemas y sabotajes se acumularon. Cortar su cabeza se convirtió en la meta dorada de sus ambiciosos y envalentonados adversarios oficialistas. Empezó un orquestado proceso de zancadillas, de acusaciones sin fundamento, la Contraloría revisó con lupa las cuentas municipales y no encontró dolo ni desviación de fondos. Mientras la inquisidora Contraloría investigaba, unos concejales le pidieron que reemplace a los directores departamentales para ubicar en esos puestos a gente elegida por ellos, y no aceptó. De ese modo firmó su sentencia de muerte en el país de la iniquidad y los apetitos desaforados. Su vida feliz de eficiente servidor público se «convirtió en un infierno». Buscando solución a los problemas que eran de índole netamente politiquera pidió una cita al encumbrado señor Galo Mora, que se negó a recibirlo: estaba condenado. La violencia impuesta por gente sin historia ni horizonte empezó a deambular por el Municipio. Diego Bonifaz terminó renunciando, pero primero felicitó “a todos los corruptos del Ecuador que hoy han ganado una batalla”. Creó un blog en el que se dedicó a denunciar el caos que se abrió en el Municipio luego de su salida. En las siguientes elecciones se lanzó de nuevo de candidato y logró obstaculizar así la victoria de sus enemigos. Ganó el candidato de sus amigos indígenas. Su último acto político fue acudir a felicitarlos. Y se fue a su casa a vivir en paz y a escribir estas memorias que son testimonio fidedigno y austero (sin jactancia ni engreimiento alguno) de una caminata con altos y bajos, con problemas y vicisitudes infaltables, con éxitos y golpes que terminan dibujando una identidad personal diáfana y humana que con tesón y honestidad ha buscado realizar su destino en el mundo. Pienso que lo ha logrado.

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